“Ahora es mucho más difícil que algo como Lava Jato se repita.”
– Renata Alves de Figueiredo
Renata Alves de Figueiredo es la Coordinadora General de Integridad del Ministerio de Transparencia y Contraloría General (Brasil). Estuvo en Lima para participar en un conversatorio organizado por el Consejo Privado Anticorrupción integrado por diversos gremios empresariales. Conversó con La República sobre el caso Lava Jato y sus repercusiones.
¿Es realmente posible prevenir la corrupción o esa es una guerra perdida de antemano?
Sí se puede prevenir, pero no es el esfuerzo de un solo sector, sino que debe demandar la atención de los gobiernos, de las empresas, de los ciudadanos. Hay que hacer un esfuerzo conjunto para pensar en las mejores estrategias.
Hablamos de su país, Brasil, por ejemplo. ¿Cómo resumiría los efectos de Lava Jato?
Ha habido efectos económicos y ha habido mucho daño moral. Fundamentalmente las empresas se quedaron muy dañadas en su imagen, así como el gobierno brasileño.
¿Qué condiciones favorecen la aparición de un esquema de corrupción como ese?
Todo empieza con la desatención de cuestiones del día a día. En algunas empresas involucradas en Lava Jato había estructuras de gobernanza, pero igual cerraron los ojos frente a todo lo que estaba pasando. No basta con invertir en mecanismos de control, no basta con elaborar códigos de ética que se quedan en la gaveta. Se tiene que demostrar que los directivos de una empresa o funcionarios de gobierno están comprometidos.
Renata Alves, durante el conversatorio: ¿Se puede contener la corrupción?, organizado por el CPA.
¿Por qué Lava Jato salió de Brasil y se estableció en el ámbito regional?
Estas empresas que buscaban ampliar sus operaciones encontraron condiciones propicias en otros países. Había una búsqueda muy fuerte por el crecimiento económico, por la expansión de mercados, y así hallaron terreno fértil.
¿Qué condiciones propician que estos esquemas se reproduzcan en otros países?
Funcionarios con mucho poder de decisión y falta de transparencia.
¿América Latina está acostumbrada a convivir con la corrupción?
“Acostumbrada” es un término muy fuerte ¿no? Sufrimos con la corrupción, durante muchos años, pero creo que ahora las cosas están saliendo a la luz. Eso es difícil, claro, porque mientras se saben cosas, la percepción es que la corrupción aumenta y ya nadie cree ni en las empresas ni en los políticos ni en los organismos públicos. Desde otro punto de vista, que estas cosas se sepan ayuda a enfrentar el problema. Ya no aceptamos la corrupción. De hecho, la sociedad en Brasil está muy preocupada en buscar alternativas para contenerla. Se está aprovechando el momento para cambiar las cosas.
Eso demorará.
No será algo mágico, aunque hay un esfuerzo conjunto.
¿Qué se ha implementado en Brasil que esté funcionando?
La ley anticorrupción impone responsabilidad administrativa a las empresas y, por eso, están ahora mucho más interesadas en la prevención. Al mismo tiempo, hay iniciativas sectoriales en marcha, algunas más avanzadas que otras. Los acuerdos de lenidad también son pasos importantes.
En su exposición dijo que hay un prejuicio hacia la gente de Brasilia. ¿Por qué?
Es verdad. Yo, por ejemplo, nací en Brasilia y ahí está el centro del poder. Allí están los políticos, los ministros…
¿Y por eso se vincula a los que viven en Brasilia con la corrupción?
Exacto, lo cual no es verdad. Es un mito que se ha desarrollado en Brasil. Decir que los de Brasilia son corruptos equivale a decir que la corrupción no tiene que ver conmigo.
¿Qué piensa del juez Sergio Moro?
Moro es visto como el héroe que tuvo el coraje para poner a políticos y personas poderosas en la cárcel. Es una persona respetable y no hay dudas sobre su integridad. Sí hay algunas críticas sobre los procesos legales, porque hay gente que entiende que ha traspasado algunos límites. Pero la idea general es que ha hecho y hace un buen trabajo.
Se lo pregunto, porque sorprendió que aceptara ser ministro de Bolsonaro.
Ahora como ministro, puede contribuir con la concepción e implementación de la política pública. Él ha dicho que sus prioridades al frente del ministerio seguirán siendo la lucha contra la corrupción y contra el crimen organizado.
¿Le parece adecuada la decisión que ha tomado?
Hay un debate sobre eso, porque ha abandonado sus funciones como juez. No obstante, es una opción legítima la que ha adoptado, bajo la perspectiva de actuar en otro frente: proponiendo políticas públicas para el sector.
Por cierto, la victoria de Bolsonaro en las últimas elecciones también fue sorpresiva. ¿Es señal de hartazgo frente a la clase política brasileña?
Fue un mensaje muy claro, en las urnas, de cambio. La gente ha puesto esperanza en que otras personas puedan hacer algo diferente. Ahora, el problema de la clase política en Brasil es también el que se ve en otros países. A veces creemos que la falta de confianza en los políticos, en las instituciones, es algo propio de América Latina, y no es así. La vemos también en Europa, en Asia, en Estados Unidos.
Con lo pasado y aprendido, ¿es posible que se repita un esquema similar a Lava Jato?
Me gustaría decir que la opción está cerrada. Sí creo que es mucho más difícil…
¿La gente está más alerta?
La gente, la sociedad, las instituciones. Hay una preocupación de todos y es mucho más difícil que algo como Lava Jato se repita, pero no se puede asegurar que no pasará.
Las empresas involucradas siguen operando.
Con muchas pérdidas de dinero. Están tratando de recuperar la confianza de la gente.
¿Y eso es posible?
Va a demandar tiempo. No un año o dos, sino muchos, con señales claras de que cambiaron, de que actúan de manera diferente. Siempre serán cuestionadas por lo mínimo.
- Entrevista publicada en diario La República, 23/11/2018